Ozempic y el diálogo pendiente sobre nuestro cuerpo

En los últimos meses, el Ozempic se ha convertido en un tema recurrente en medios y redes sociales. Esta medicación, diseñada inicialmente para tratar la diabetes tipo 2, se ha popularizado como una herramienta para la pérdida de peso, desatando tanto entusiasmo como polémica. Pero lo que realmente subyace bajo esta conversación no es solo la eficacia del medicamento, sino nuestra relación colectiva con el peso, la salud y, en última instancia, con nuestros cuerpos.

El artículo “El odio a mi cuerpo fue mi Ozempic” pone sobre la mesa un tema que nos afecta de forma profunda, aunque a menudo lo esquivamos: la presión social sobre cómo debemos lucir, el rechazo a los cuerpos diversos y las consecuencias emocionales y físicas de intentar encajar en un ideal que parece inalcanzable. Este texto no habla solo del medicamento, sino de una realidad más incómoda: lo que significa vivir en un cuerpo que no se ajusta a las expectativas sociales.

Hoy quiero invitarte a reflexionar conmigo, no tanto sobre el Ozempic en sí, sino sobre la conversación que lo rodea.

 

Más allá de la pastilla: ¿Qué estamos buscando?

En muchos casos, quienes recurren al Ozempic (o a cualquier otra intervención similar) no buscan únicamente perder peso. Lo que realmente buscan es aceptación, sentirse válidos en un mundo que glorifica un tipo de cuerpo específico y que, de forma implícita o explícita, señala como “insuficientes” a quienes no encajan en ese molde.

El problema no es querer cuidarnos o buscar mejorar nuestra salud. El problema surge cuando esa búsqueda se basa en el rechazo hacia nuestro propio cuerpo. El odio hacia uno mismo no es un motor sostenible para el cambio, y a menudo nos lleva a dinámicas dañinas para nuestra salud física y emocional.

 

El peso no es el único marcador de salud

Vivimos en una sociedad que simplifica la salud a una cifra en la báscula, ignorando que el bienestar es un concepto mucho más amplio y complejo. El estrés crónico, la mala alimentación, el sueño deficiente o la desconexión emocional con nuestro propio cuerpo tienen un impacto mucho mayor en nuestra salud que unos kilos de más o de menos.

Además, hay algo que raramente se menciona: no todos los cuerpos responden igual. Hay cuerpos saludables en rangos de peso considerados “altos” y cuerpos en peso normativo que enfrentan serios problemas de salud. Cada cuerpo es único, y la idea de que todos debemos ajustarnos al mismo molde es profundamente dañina.

¿Qué necesitamos cambiar realmente?

La verdadera solución no está en un medicamento, una dieta o un régimen estricto de ejercicio. Está en cambiar la forma en que hablamos, pensamos y sentimos sobre nuestros cuerpos, y en cómo nos relacionamos con la salud.

  1. Ampliar la conversación sobre salud: Hablemos de bienestar de manera integral, incluyendo la salud emocional, el autocuidado, la conexión con nuestro cuerpo y la alimentación consciente.

  2. Rechazar la cultura de la dieta extrema: Más que restricciones y culpas, necesitamos aprender a nutrirnos: no solo físicamente, sino también emocionalmente. A mi me encanta preguntaros en consulta ¿sabes qué necesitas? No dejes de preguntártelo. Cada día, la respuesta puede que sea diferente.

  3. Cuestionar los estándares de belleza: Estos ideales han sido diseñados para ser inalcanzables, perpetuando una sensación de insuficiencia que alimenta industrias enteras y que las redes sociales no han hecho más que exacerbar.

  4.  Fomentar la empatía hacia uno mismo: Antes de juzgar nuestro reflejo en el espejo, podemos preguntarnos: ¿Estoy cuidándome desde el amor o desde el rechazo?

¿Qué historia quieres contarte sobre tu cuerpo?

El Ozempic no es ni el villano ni el héroe de esta historia. Es una herramienta que, como cualquier otra, puede ser útil en contextos específicos (relacionados con alteraciones en torno a la insulina y las glucemias) pero que no resolverá los problemas de fondo que llevamos como sociedad. Y que no está exento de efectos secundarios, no vale para todos, ni va a cambiar tu realidad por reducir tu apetito. Mereces comer completo y variado. La salud real, pivota sobre tener energía de la buena, podemos aprender a nutrirnos mejor, pero no a dejar de comer o comer de manera insuficiente. 

La verdadera pregunta es: ¿Qué historia estamos construyendo con respecto a nuestros cuerpos? ¿Queremos seguir perpetuando la narrativa de rechazo, o queremos empezar a construir una relación basada en el respeto, el amor propio y la comprensión?

Nuestro cuerpo es mucho más que su peso o su apariencia. Es nuestro hogar, el vehículo que nos permite experimentar la vida. Merece ser cuidado, escuchado y respetado, no castigado o moldeado para encajar en expectativas externas. 

Hay una frase que mi hermana Natalia y yo nos decimos mucho ‘’Mi cuerpo es mi templo’’ lo aprendimos en Irlanda hace años de una mujer que nos inspiró mucho, y nos lo tratamos de recordar cuando se nos olvida. Y un templo, ni se maltrata, ni se ensucia, ni se hace pasar hambre a toda costa. 

Hoy quiero invitarte a que te mires al espejo con más amabilidad. No porque debas conformarte, sino porque el cambio más sostenible y saludable siempre viene desde el amor, nunca desde el odio.

Mientras trabajas todo ésto, quiero que sepas, que también entiendo que puedes sentirte desesperado en según qué casos, y que quizá veas la pérdida de peso como la única llave para poder volver a realizar actividad física (ej: obesidad condicionando el movimiento por molestias en las rodillas); lo que te hace creer que si comes menos, todo se solventará. Sin embargo, si en tu caso, la resistencia a la leptina (hormona de la saciedad) está detrás de tu ansiedad por comer, no habrá que comer poco sino suficiente pero adaptado a tus necesidades, poniendo el foco por el camino en ir optimizando el metabolismo, rompiendo a sudar (entre otras estrategias) que trabajaríamos en consulta personalizada, desde la empatía y el cariño hacia tu cuerpo. 

¿Qué opinas sobre este debate?

Déjame tus reflexiones en los comentarios. Me encantaría saber qué piensas y cómo esta conversación puede ayudarnos a avanzar hacia una relación más sana con nuestros cuerpos.

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