Cuando hablamos de salud solemos imaginar un estado perfecto, sin síntomas ni molestias. Pero la realidad es distinta: la salud es dinámica, se mueve con nosotras y depende de nuestra capacidad para adaptarnos, recuperar el equilibrio y crecer incluso en la adversidad. A esto lo llamamos resiliencia.
En nutrición y medicina integrativa, la resiliencia no es solo psicológica. También está anclada en la biología: desde nuestras mitocondrias hasta la microbiota intestinal y el sistema nervioso. Y lo más importante: podemos entrenarla con hábitos de vida que nos sostengan.
Por eso, la resiliencia no es aguantar, sino flexibilizar:
- Reducir lo que nos daña.
- Potenciar lo que nos hace bien.
- Adaptarnos cuando toca.
Por ejemplo, por aterrizártelo mucho más. Imagina un día cualquiera:
- Comes en casa la mayor parte de la semana con alimentos reales y nutritivos (reducir lo que te daña), pero si un viernes sales a cenar y tomas pizza con amigos, no pasa nada.
- Procuras dormir con rutinas de descanso, moverte a diario y tomar el sol (potenciar lo que te hace bien), aunque haya días que solo puedas dar un paseo corto.
- Y cuando atraviesas una etapa de mucho trabajo o estrés, eliges simplificar tus comidas con tuppers básicos y apoyarte en técnicas de respiración en lugar de exigirte entrenar una hora diaria (adaptarte cuando toca).
Eso es resiliencia aplicada a la vida real: cuidarte sin dejar de vivir.
Por aquí os dejo una mini-reflexión personal: muchas veces pensamos que estar sanos es tener todo bajo control… y la vida nos enseña justo lo contrario.
Mitocondrias y resiliencia celular
Las mitocondrias son nuestras fábricas de energía, pero también funcionan como centinelas frente al estrés. Detectan señales de inflamación, regulan la vitalidad celular y participan en procesos clave como la apoptosis (muerte celular programada).
Cuando sufrimos inflamación crónica, mala alimentación, disrupción circadiana o trauma, las mitocondrias se ven afectadas y con ellas nuestra energía, ánimo y capacidad de respuesta.
Cómo cuidar la salud mitocondrial:
- Ejercicio físico y sudoración para mejorar la flexibilidad metabólica.
- Nutrientes clave: magnesio, CoQ10, omega-3, polifenoles (cacao, té verde, cúrcuma, frutos rojos).
- Ritmos circadianos ordenados: luz natural por la mañana, dormir antes de medianoche, evitar pantallas de noche (siempre os recomiendo 1-2 horas antes de dormir)
- Respiración consciente: oxigenar bien es vital.
Una mitocondria sana es la base de un organismo resiliente.
Estrés y resiliencia aprendida
El eje HHA (hipotálamo-hipófisis-adrenal) regula nuestra respuesta al estrés. Cuando se mantiene activado durante demasiado tiempo, aparecen inflamación, fatiga, alteraciones digestivas o inmunitarias.
La buena noticia: el sistema es reversible y podemos “reentrenarlo”.
Estrategias que entrenan tu resiliencia al estrés:
- Alimentación de perfil antiinflamatorio: Lo más natural posible, rica en fibra, antioxidantes (vivan los colores, los vegetales verdes y las frutas morado/rojizas) y grasas saludables (nuestro aceite de oliva virgen extra, pescaditos pequeños, aguacate, lino molido…)
- Movimiento con disfrute: caminar, bailar, practicar actividad física que motive.
- Silencio y presencia: meditación, journaling, contacto con la naturaleza. Lo que te encaje y te ayude a estar más en el aquí y el ahora.
- Vínculos seguros: rodearte de personas con las que te sientas en calma. La resiliencia también se co-regula.
Algo que me gusta recordar aquí es que no necesitas hacerlo todo perfecto cada día. A veces basta con salir a dar un paseo de 10 minutos o apagar el móvil un rato para sentir calma.
Hábitos con flexibilidad, no perfección
Uno de los mayores bloqueos que veo en consulta es la culpa por no hacerlo perfecto. Pero la resiliencia no se trata de rigidez, sino de constancia amable:
- Compromiso flexible: 80% de cuidado, 20% de disfrute espontáneo.
- Hábitos que se ajusten a tu contexto, no que te esclavicen.
- Escucha interna más que plan externo.
En mi experiencia con pacientes, los mejores resultados llegan cuando dejamos de perseguir la perfección y empezamos a cultivar la constancia, aunque sea imperfecta.
El cuerpo no necesita que lo controles, necesita que lo cuides.
3 claves prácticas para entrenar tu resiliencia
- Estabiliza tu energía para calmar tu sistema nervioso
Come alimentos densos en nutrientes (fibra, proteínas (suficiente en TODAS tus comidas) y grasas de calidad) para evitar picos y bajadas bruscas de glucosa. - Cuida tu microbiota para modular tu inmunidad
Aporta fibra soluble (avena, manzana, verduras cocinadas), fermentados y polifenoles (cacao puro, frutos rojos, té verde). - Activa tu nervio vago antes de comer
Respira profundo 1-2 minutos, mastica despacio y evita pantallas en las comidas.
Así que por aquí, os dejo mi conclusión final de todo este tema. La resiliencia no significa aguantarlo todo, sino recuperar el equilibrio una y otra vez. Cuando cultivamos esa capacidad, nuestra salud se vuelve más robusta, flexible y alineada con la vida real.
🤍 Cuídate con amor, escucha lo que tu cuerpo necesita en cada momento.
Si quieres aprender a nutrirte mejor en situaciones de estrés, reserva tu cita aquí.